domingo, 15 de noviembre de 2015

Mentiras, nunca más

Ricardo llegó de la escuela, tiró la mochila sobre una silla y fue directo para la cocina, donde su madre estaba preparando el almuerzo.
– ¡Hola, madre!
– ¡Hola, Ricardo! ¿Qué pasa, hijo mío? – preguntó al verlo, notando que algo no iba bien.
Con aire descontento, el chico dijo:
– Nada. Está todo bien.
– ¿Entonces por qué esa carita?
– Es Jorge, mamá. ¡No aguanto más las mentiras de él!
– Ten paciencia, hijo mío. Deja que la propia vida enseñe a Jorge que no debe mentir. La verdad siempre aparece.
– Yo lo sé, mamá, pero no soporto oír tantas mentiras. ¿Sabes lo que él dice hoy? ¡La profesora preguntó sobre las familias de los alumnos y él contó que su padre es un hombre muy rico, que ellos viven en una bella casa y que tienen un coche último modelo! ¡Pero sé que todo eso es mentira!. Tengo ganas de desenmascararlo ante la clase.
Doña Flora miró al hijo en su indignación de los ocho años y afirmó:
– Mentir es muy feo, pero seguramente Jorge no lo hace por las malas, hijo mío. Además de eso, él no tiene sólo defectos. Todos nosotros tenemos cualidades y defectos. Él también debe tener cualidades, como todo el mundo. Vamos a ver: ¿Qué encuentras que él tiene de bueno?
Ricardo pensó… pensó… y respondió, sorprendido:
– No sé. ¡Nunca lo pensé!
– Ahí está, hijo mío. Tú sólo viste el lado negativo de Jorge. Comienza a observarlo y descubrirás cualidades en él. Después volveremos a hablar, ¿está bien?
El niño concordó. Al día siguiente, se acordó de lo que había hablado con la madre y comenzó a prestar atención al compañero. Luego en la entrada, vio a un niñito que, apresurado, tiró todo el material en el suelo. Jorge corrió y, bajándose, recogió los objetos del niño.
“Punto para Jorge” – pensó Ricardo. En la hora del recreo, una niña se cayó y comenzó a llorar. Los compañeros lo encontraron gracioso y cayeron en la carcajada. Jorge, sin embargo, se aproximó y la ayudó a levantarse, preguntando con delicadeza:
– ¿Te heriste? Ven. Voy a llevarte para hacerte una cura.
– No fue nada. Gracias, Jorge.
Sonó la señal y volvieron para la clase. Cuando terminó el aula, Ricardo continuaba observando al compañero. Vio cuando un chico dijo no entender nada de matemática. Jorge, inteligentemente, se ofreció para ayudarlo.
– Más tarde pasó por su casa y le explico la materia. Verás como es fácil. Después lo entenderás todo.
Ricardo estaba cada vez más sorprendido. Llegó a casa y su madre preguntó:
– ¿Y ahora? ¿Hiciste lo que hablamos?
– ¡Mamá, tú tenías razón! Él es delicado, generoso, gentil, servicial…
– ¡Vaya! ¿Todo eso tú lo notaste en un solo día?
– Sí. ¡Como lo juzgué mal! Reconozco que estaba equivocado.
Y contó para la madrecita todo lo que había visto durante aquel tiempo en la escuela, y terminó diciendo:
– ¿Sabes que hasta las mentiras de él no me molestan más?
– Lo creo, hijo mío. Es que el defecto de la mentira se hizo algo pequeño delante de las cualidades de él. Sólo lo lamento porque, algún día, él va a sufrir por eso.
Una semana después, estaban en el aula cuando alguien golpeó en la puerta. Era un hombre simple, apariencia de obrero, con un paquete pequeño en las manos. Tímidamente, pidió permiso y entró.
– Buenos días, profesora. Soy el padre de Jorge. Estaba atrasado para el trabajo, pero noté que él había olvidado el bocadillo y vine a traerlo. Aquí está.
Jorge, rojo de vergüenza, se encogía en la cartera intentando pasar desapercibido. Pero, no tuvo forma. Fue obligado a levantarse e ir a buscar el bocadillo que el padre había traído. El hombre dio las gracias y se despidió. Jorge no tenía ni coraje de mirar para los lados, humillado, notando risas apagadas.
Ricardo, apenado de la situación del compañero, se volvió para él y dijo, en voz alta:
– Me gustó mucho tú Padre, Jorge. Él es muy simpático y demostró que se preocupa contigo. Aunque estaba atrasado para el trabajo, se acordó de ti. ¡Enhorabuena!.
Los demás, viendo la actitud de Ricardo, comenzaron a cambiar de conducta, estando de acuerdo con él. Alguien preguntó:
– ¿Qué es tú padre?
– Él es albañil. Trabaja para una gran constructora — respondió Jorge, aún avergonzado, sin embargo ahora más a gusto.
– ¡¿Albañil?!… ¿Es el que ayuda a construir casas y aquellos edificios enormes?
– preguntó una niña.
– Así es, sí. Mi padre muchas veces trabaja allá en lo alto de los edificios. ¡Y no tiene miedo!
– ¡Anda! ¡Entonces él debe ser muy valiente!
– ¡Qué importante es él! – exclamó otro chico, prosiguiendo — Sabe, profesora, vi el otro día en el periódico de la televisión que cayó un edificio y muchas personas murieron y otras perdieron todo lo que tenían. ¡Es preciso poder confiar en las personas que construyen los edificios!
– Eso mismo. Todos tienen que tener responsabilidad delante de lo que están haciendo. Tanto los ingenieros que hacen las plantas, como los que trabajan en la construcción.
La conversación se generalizó de forma amiga y agradable. Mientras los otros hablaban, Jorge intercambió con Ricardo una mirada agradecida.
A la salida, Jorge se aproximó a Ricardo.
– Gracias, amigo. Me quitaste de una situación difícil. Sin embargo hoy aprendí una lección. Mentiras, nunca más. No merece la pena. Además de eso, tú me hiciste entender una cosa importante.
– ¿Qué?
– Que debo estar orgulloso de mí padre.
– ¡Es eso así! ¿Amigos?
– ¡Amigos!
– ¿Aceptas almorzar en casa hoy? Quiero presentarte a mí madre. Ella tiene muchas ganas de conocerte.
– ¿De verdad? ¿Por qué?
– Porque ahora yo te admiro mucho.
Emocionados, ambos se abrazaron como verdaderos amigos.

fuente: internet

domingo, 25 de octubre de 2015

las galletas

Una muchacha estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de una gran aeropuerto. Como debía esperar por muchas horas, decidió comprar un libro para matar el tiempo. También compro un paquete de galletas. Se sentó en un asiento en la sala VIP del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Al lado del asiento donde estaba la bolsa de galletas se sentó un hombre que abrió una revista y comenzó a leer. Cuando ella tomo la primera galleta, el hombre también tomo una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada. Apenas pensó: "pero, que descarado, si yo estuviese mas dispuesta la daría un golpe en el ojo para que nunca mas se le olvide". Cada vez que ella tomaba una galleta, el hombre también tomaba una. Aquello la dejaba tan indignada que no conseguía reaccionar. Cuando quedaba apenas una galleta, pensó: "ah... que será lo que este abusador va a hacer ahora?". Entonces el hombre dividió la ultima galleta por la mitad, dejando la otra mitad para ella. Ah!! aquello era demasiado! se puso a bufar de la rabia! Entonces cerro su libro y sus cosas y se dirigió al sitio de embarque. Cuando se sentó, confortablemente, en su asiento, ya en el interior del avión, miro dentro de la bolsa y para su sorpresa su paquete de galletas estaba allí... todavía intacto, cerradito!! Sintió tanta vergüenza. Solo entonces percibió lo equivocada que estaba, había olvidado que sus galletas estaban guardadas dentro de su bolsa!! El hombre había compartido sus galletas sin sentirse indignado, nervioso, consternado o alterado, mientras ella quedo muy trastornada, pensando que estaba compartiendo las de ella con él. Y ya no había mas tiempo para explicaciones... ni para pedir disculpas.
Cuantas veces, en nuestras vidas, estamos comiendo las galletas de los demás, y no somos conscientes de ellos?. Antes de llegar a una conclusión... observa mejor!! Tal vez las cosas no sean exactamente como piensas, no pienses lo que no sabes acerca de las personas.

jueves, 22 de octubre de 2015

para arreglar el mundo

sierto día un padre y hijo van viajando en tren a un lugar lejano. El hijo le pregunto al padre: -Papá falta mucho para llegar? -no, mas o menos.- pasa un rato, y el hijo vuelve a preguntar: -Papá cuanto falta para llegar.-
padre pensó
en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista en donde venía el mapa del mundo
¡Justo lo que precisaba!. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos
y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: -"Como te
gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto, para que lo
repares sin ayuda de nadie".

Entonces calculó que al pequeño le llevaría tiempo componer el mapa, pero no
fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba
calmadamente. -"Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".

Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. Pensó que
sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que
jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus
anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.

Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido
colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había
sido capaz?

-Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste armarlo?

-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la
revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.

Así que dí vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que si
sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi
que había arreglado al mundo.

miércoles, 21 de octubre de 2015

volar con amor

Cuenta una vieja leyenda de los Indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
- Nos amamos- empezó el joven.
- Y nos vamos a casar- dijo ella.
- Y nos queremos tanto que tenemos miedo… Queremos un hechizo, un conjuro o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.
- Por favor… -repitieron - ¿hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y anhelantes esperando su palabra…
- Hay algo… -dijo el viejo- pero no sé… es una tarea muy difícil y sacrificada.
- Nube Azul -dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos y cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Has comprendido?
- Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo- deberás escalar la Montaña del Trueno. Cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí viva el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora!
Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas: eran verdaderamente hermosos ejemplares.
- Y ahora, ¿qué haremos? -preguntó el joven - ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
- No - dijo el viejo.
- ¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne? - propuso la joven.
- No - repitió el viejo - Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad de volar libremente, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
Este es el conjuro - dijo el anciano - : jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como el águila y el halcón. Si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos…pero jamás atados.

martes, 6 de octubre de 2015

el poder de la unión

El león y las hormigas

  Un día el león hizo que se reunieran todos los animales de la sabana, del bosque y de la montaña. Cuando todos llegaron ante él, el pregonero se subió a un árbol y gritó la proclama:
- “Orden del Rey León. Todos los animales, de todo género, especie y tamaño, deben reconocer al león como rey, rindiéndole obediencia. Quien se niegue será castigado”.
Se escuchó un gran murmullo en la asamblea de los animales; después una vocecita se alzó protestando. Era el portavoz de las hormigas guerreras:
- “Nosotras no aceptamos. En nuestra tribu, nuestros antepasados nos dieron una reina y nosotros sólo obedecemos sus órdenes”.

El león, con un rugido desafiante, respondió:
- “Tendréis vuestro castigo”.
Todos se dispersaron, los hijos del león salieron de caza, cogieron un jabalí, lo escondieron tras unas ramas y fueron a llamar al rey. Las hormigas se reunieron desde los cuatro puntos cardinales y en un momento cubrieron la sabana. Se preparaban para la gran batalla.
En un momento se comieron el jabalí, dejándole sólo los huesos.
Mientras tanto el sol había desaparecido tras el horizonte. Llegó el león, majestuoso, con su familia. Entonces el ejército de hormigas entró en acción.
De la hierba y de las hojas llovieron sobre los leones, treparon por sus patas mordiendo con fuerza. Los leones rugían de dolor, se tiraban sobre la hierba para frotarse, intentaron escapar, pero no podían luchar en la oscuridad contra el enemigo omnipresente.
A la mañana siguiente un buitre, pasando en vuelo rasante, vio esparcidos los esqueletos desnudos de la familia de aquel que había querido imponerse como rey absoluto de los animales. Y continuando su camino solitario pensó:
- "Que los poderosos no deberían nunca despreciar la fuerza de los pequeños cuando se unen".

Fábula del pueblo bantú

viernes, 25 de septiembre de 2015

¿te animas a abrir tu puerta?

En una tierra en guerra había un rey que causaba espanto: a sus prisioneros, no los mataba inmediatamente. Los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una puerta inmensa de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.
En esta sala les hacía formar un círculo y les decía: - Ustedes pueden elegir entre morir a flechazos por mis arqueros o pasar por aquella puerta. ¡Detrás de esa puerta YO LOS ESTARÉ ESPERANDO! Todos elegían ser muertos por los arqueros. Al terminar la guerra un soldado que por mucho tiempo había servido al rey, se dirigió al soberano: - Señor ¿puedo hacerle una pregunta? - Dime soldado. - Señor: ¿que había detrás de la puerta? El rey contestó: - ¡Ve y mira tú mismo! El soldado abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y la luz invadió el ambiente y finalmente, sorprendido, descubrió que... la puerta se abría sobre un camino que conducía a la ¡LIBERTAD! El soldado embelesado miró a su rey, quién le dijo: - Yo les daba la oportunidad de hacer una ELECCIÓN, pero por temor preferían morir a arriesgarse a abrir esa puerta.
Hay muchas puertas que se abren en nuestro camino. En realidad, en situaciones de crisis y caos, muchísimas puertas se abrirán, pero estaremos tan ciegos por el miedo o la desesperación que no las veremos. Muchas veces abrir una puerta aunque parezca negra, significa cambio y el cambio siempre es algo positivo. Es solo esta conciencia que nos permitirá ver las puertas que no hemos visto hasta el momento.

lunes, 21 de septiembre de 2015

mi sitio

Un campesino cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió gustosamente.

El aviso decía:

"Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto".

El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso se había mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando en sus faenas.

El poeta preguntó: ¡Amigo! ¿No se iba de la finca?
El campesino con una sonrisa le respondió: -
No mi querido vecino, después de leer el aviso que usted me hizo, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que no existe otro mejor...

Moraleja: No esperes a que venga un poeta para hacerte un aviso que diga lo maravillosa que es tu vida, tu hogar, tu familia y lo que con tanto trabajo hoy posees.